Grité estremecida,
y hasta el eco pareció enmudecer
al no querer repetir aquel lamento.
No, no alzaste la mirada a mi llanto,
y aquel silencio,
fusil directo al corazón: pum, pum.
No fueron mis latidos los que sonaron,
si no el disparo de tu marcha.
Sangré mientras tuve sangre, y ahora,
ahora sólo me quedan palabras.
Mayte Albores
Normalmente lo que escribo lo tengo en la cabeza, en los ojos, en la piel, en el cuerpo... no necesito pensar...
¡Lo que escribo soy yo hecho palabra!
El fuego se apaga con sed.
Al final todo será un mismo infierno que aprendemos a amar ¿será, eso, la felicidad?
Aprieto los labios
con la fuerza de dejar
mi boca morada.
Los gemidos, internos,
se agolpan al deseo de salir
en un grito espantoso detenido
en nudo de garganta.
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miércoles, 28 de septiembre de 2011
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MÁS PUTA QUE NUNCA:
UN ALMA SE VENDE
POR SENTIR UN ESCALOFRÍO
INDESCRIPTIBLE
1 comentario:
Puede ser que la sangre de tus palabras sea el mejor rastro que haya dejado. Un poema estupendo, Mayte.
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