Mayte Albores

Normalmente lo que escribo lo tengo en la cabeza, en los ojos, en la piel, en el cuerpo... no necesito pensar...

¡Lo que escribo soy yo hecho palabra!



El fuego se apaga con sed.
Al final todo será un mismo infierno que aprendemos a amar ¿será, eso, la felicidad?


Aprieto los labios
con la fuerza
de dejar
mi boca morada.

Los gemidos, internos,
se agolpan al deseo de salir
en un grito espantoso detenido
en nudo
de garganta.

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sábado, 17 de noviembre de 2012

A ti.

Yo sé que no debo escribir
cuando se cuece esa nostalgia
que no nombra a nadie, y a la vez
te llama al ritmo del vacío.

Sonrío despellejada
y deslizo mis dedos sobre los párpados
provocando la misma imagen
de una criatura muerta de miedo;
porque no me hacen daño los recuerdos
sino resucitarte y no retener
el eco de tu sonrisa rebotando sobre mi.

Y ahora todos los días son diferentes,
y la punta de mis pies escriben sobre el agua
como si tuviera un poder sobrenatural,

y tengo sanguijuelas que juegan
a purificarme, y yo me dejo,
y me chupan el veneno de esta profunda tristeza,

y sonrío por sistema como un tic encarcelado
en tu memoria,
y te espero sin retorno y ya no existe el compromiso.

Ya no sé si hago lo que creo o si creo en lo que hago,
a veces, también soy consciente,
de que sólo soy un fósil de tus huellas.



MÁS PUTA QUE NUNCA:
UN ALMA SE VENDE
POR SENTIR UN ESCALOFRÍO
INDESCRIPTIBLE